Hay journeys que se ven bien en una presentación. Y hay journeys que sirven para trabajar todos los días.
No son lo mismo.
Lo primero es diseño. Lo segundo es operación.
En Mappix trabajamos con empresas tech B2B que ya tienen definido el “viaje” de sus clientes o empleados, pero no logran bajarlo a tierra. O peor: lo bajan distinto en cada área. Ahí es donde entra nuestro trabajo.
Un journey sirve si se puede usar
No alcanza con que esté lindo. Tiene que ser claro, accesible, mantenible.
Esto es lo que vemos todos los días:
El journey está hecho, pero cada equipo interpreta otra versión.
Las piezas visuales no están alineadas entre sí.
Nadie sabe quién tiene la última versión.
Eso genera ruido, retrabajo y desgaste.
Para que funcione, un journey necesita:
Que cada pieza tenga un dueño.
Que el diseño sea coherente y replicable.
Que el equipo sepa dónde encontrar lo que necesita
¡Si no se puede mantener, no sirve!
De mapa a guía visual
Un journey ordenado no necesita explicarse. Se ve, se entiende y se usa.
¿Cómo está bajado el journey de tu empresa? ¿Lo pueden usar todos o sigue guardado en una carpeta que nadie abre?